Tolerando la Intolerancia

13 de septiembre de 2016
Escribo esto en respuesta a un par de personas que me llamaron "intolerante" recientemente, personas a las cuales aprecio, por lo que resentí que me tuvieran en ese concepto. He de dejar algo muy claro: Que yo critique, desdeñe o -de plano- me burle de grupos o individuos que fomenten la discriminación social podrá hacerme pesada, sangrona o mala leche, pero que no se confunda eso con intolerancia. La acusación vino cuando discutíamos sobre la "Marcha por la Familia" llevado a cabo en diversos estados de la Republicana Mexicana el pasado 10 de septiembre, organizadas por el Frente Nacional de la Familia(*), en la cual expresan su “apoyo al modelo de familia tradicional y su repudio a la iniciativa que propone el matrimonio igualitario, adopción de menores entre parejas homosexuales y la enseñanza de la ideología de género en las escuelas públicas"(*).

Fue sorprendente para muchos ver tal cantidad de gente marchando y la respuesta en las redes sociales no tardo: Toda la semana han circulado vídeos dónde entrevistan a los asistentes de la marcha evidenciando su falta de argumentos y discursos mal logrados (**), fotografías con mensajes de indignación y hasta memes dónde se burlan tanto de los organizadores de la marcha y sus asistentes como de aquellos que nos hemos quejado de la marcha. Este agitamiento de las redes sociales, nacido en torno a nuestras ideas sobre orientación sexual, derechos humanos y libertad de expresión puso sobre la mesa la “Parajoda de la intolerancia
Donde el individuo tolerante sería por definición intolerante a la intolerancia. Este problema está en el centro del dilema enfrentado por sociedades pluralistas que desean aceptar la diversidad, pero que, al hacerlo, excluyen a aquellos que no aceptan la diversidad (*)
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Entre las personas que prefieren preservar y defender la discriminación institucionalizada, sea cual sea el grupo que estén discriminando, podemos encontrar una línea de pensamiento muy similar, un argumento que va más o menos así: 
“Yo no tengo problema con (x grupo), pero algunas personas lo tienen. Es bueno hablar sobre la tolerancia pero algunas personas no les gusta la diversidad. Esas personas tienen el derecho a que no les guste (x grupo), forzarlos a (interactuar con x grupo) o que no expresen su forma de pensar es una violación de sus derechos ¿Quién eres tu para juzgar? Cuando los juzgas eres tan intolerante como ellos”

Sustituyamos las “(x grupo)” por un grupo en específico para que veamos lo horrible -y ridículo- que suena: 
“Yo no tengo problema con los judíos, pero algunas personas lo tienen. Esas personas tienen el derecho a que no les gusten los judíos, forzarlos a que coman con ellos / usen el mismo transporte / estudien en las mismas escuelas (etcétera) o que expresen su forma de pensar en una violación a sus derechos ¿Quién eres tu para juzgar? Cuando los juzgas eres tan intolerante como ellos”

Tu libertad termina donde empieza la mía ¿o al revés? 

Siendo estrictos con el significado de “libertad de elección” o “libertad de expresión” estas ciertamente en todo tu derecho de no querer comer en la misma mesa que un judío, de no rentarle tu casa a un homosexual, de no querer contratar a una mujer, o de negarte a compartir asiento del camión con un negro. Pero en el sentido práctico de las cosas no tienes esos “derechos” -entre comillas por que no son derechos, son imposición de privilegios-. Renuncias a esos privilegios impositivos cuando quieres ser parte de una sociedad y asistir a la escuela, utilizar el transporte público, a ser empleador o  poder rentar tus propiedades.

Afortunadamente el Estado de Derecho ha avanzado lo suficiente para que en muchos países se respeten los derechos humanos, en el caso concreto de México se ha establecido la  Ley para prevenir y eliminar la discriminación (*), entendiéndose discriminación cómo:

Toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que, por acción u omisión, con intención o sin ella, no sea objetiva, racional ni proporcional y tenga por objeto o resultado obstaculizar, restringir, impedir, menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos y libertades, cuando se base en uno o más de los siguientes motivos: el origen étnico o nacional, el color de piel, la cultura, el sexo, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, económica, de salud o jurídica, la religión, la apariencia física, las características genéticas, la situación migratoria, el embarazo, la lengua, las opiniones, las preferencias sexuales, la identidad o filiación política, el estado civil, la situación familiar, las responsabilidades familiares, el idioma, los antecedentes penales o cualquier otro motivo. También se entenderá como discriminación la homofobia, misoginia, cualquier manifestación de xenofobia, segregación racial, antisemitismo, así como la discriminación racial y otras formas conexas de intolerancia;

La marcha mencionada anteriormente, al fomentar un discurso discriminatorio en contra de los homosexules es anticonstitucional, siendo una pena que el Estado no hiciera nada al respecto, pero aún más vergonzoso que existan aquellos que piensen desde su comodidad: “Yo no tengo problema con los homosexuales, pero hay personas que si, y si ellos quieren, están en su derecho de hacer marchas”.

La comodidad de no hacer nada

En la era de la información la intolerancia es una decisión deliberada para imponer nuestras peyorativas en otros sin su consentimiento. Están equivocadas aquellas personas cuando dicen que yo hago lo mismo: Al oponerme a la intolerancia y a la discriminación estoy involucrándome en acciones productivas, positivas y humanitarias; aunque aveces pueda sonar mala leche.

Me he envalentonado y he reconocido tanto mis privilegios como las maneras en que soy oprimida. En los últimos años he trabajando día a día en estos aspectos, tan diversos y tan profundamente arraigados que resultan en una lucha agotadora, pero dulce pues me permite distanciarme de la posición de aliada en la opresión y acercarme a una libertad que solo se puede alcanzar cuando tomas conciencia de nuestro alrededor.

Involucrarse y promover el cambio son acciones que muchos cobardes prefieren no hacer, por preferir resguardarse en la comodidad de ciertos privilegios que se les ofrece cuando no hacen nada por cambiar el entorno donde viven, manteniéndolo tal como se les presentó -un mundo machista, homofóbico y racista-, pues...

¿Qué culpa tienen ellos si sólo defienden la “libertad de expresión” de los intolerantes?





Enlaces de interés:
  • Firma la Petición al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) para que intervenga de forma concreta y detenga el discurso de odio del Frente Nacional por la Familia

1 comentario:

  1. No cabe duda que eres igual de hermosa por fuera como por dentro. Te admiro demasiado ♡ aprendo mucho de ti

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